FESTIVALES HECHOS A FUEGO LENTO PARA QUIENES DISFRUTAMOS A OTRO RITMO

A mi me gusta SIN

Un artículo de Cristina V Miranda, consultora de marketing vinícola

Me gusta el vino desde antes de tener edad para beber vino, supongo que porque en mi casa el vino siempre se ha contado a través de historias. Cada botella que se descorchaba en aquellas comidas larguísimas de mi infancia venía precedida de un relato, y cuando se trataba de vino de casa las anécdotas eran aún más divertidas y fascinantes. Los niños no siempre atendíamos o entendíamos, pero algo de todo aquello iba quedando.

Por eso, cuando recientemente me vi enlazando dos embarazos, con sus respectivas lactancias, casi seguidos, supe que no afectarían a mi relación con el vino ni a mi interés por el mismo. 

La cultura del vino va mucho más allá de su consumo. Todo lo que evoca una botella de vino y que no encontramos en otras bebidas alcohólicas, hace que nos acerquemos a ella de una forma más consciente y curiosa. Por eso el vino no debe preocuparse por perder grados alcohólicos, sino por como contarlo y de qué manera seguir transmitiendo fascinación a pesar del alcohol, o de su ausencia.

Motivos para no beber siempre ha habido muchos, embarazos y lactancias, coger el coche, tomar medicación, hacer dieta, buscar un estilo de vida más saludable, profesar alguna religión incompatible… Y a todos estos se suma ahora uno que imponen las nuevas generaciones: el alcohol ya no es cool. La generación Z está cambiando los hábitos de consumo que han caracterizado a la generación X y primeros millenials (entre las que me encuentro). Nosotros que pusimos el alcohol en el centro de nuestro ocio viendo muchas (demasiadas) veces como este se veía perjudicado por un consumo excesivo y desordenado, nos encontramos ahora con que un creciente número de jóvenes (en su análisis global, no solo español) relegan el alcohol a un lado y lo asumen como un ingrediente ocasional de sus interacciones sociales, quitándole ese protagonismo que hasta ahora ha tenido. Más allá de las interesantísimas reflexiones sociológicas que pueda tener este cambio de ciclo, desde la industria del vino debemos estar rápidos para introducirnos aquí a través de los vinos desalcoholizados.

«El vino no debe preocuparse por perder grados alcohólicos, sino por como contarlo y de qué manera seguir transmitiendo fascinación a pesar del alcohol, o de su ausencia»

Se trata de una tendencia cada vez más lucrativa para un sector que no va muy sobrado últimamente. Si atendemos a las cifras, el valor de mercado de los productos sin alcohol o con bajo contenido alcohólico superó los 11,8 millones de dólares en 2022 en el conjunto de Australia, Brasil, Canadá, Francia, Alemania, Japón, Sudáfrica, España, Reino Unido y Estados Unidos (según el Estudio Estratégico elaborado por Wine Intelligence (IWSR), la fuente más utilizada sobre las tendencias de bebidas alcohólicas en el mundo. *Datos publicados por El País.

Lo que diferencia a los vinos desalcoholizados de otras bebidas sin alcohol con base de uva es que son verdaderamente vinos. Han sido sometidos a todos los procesos para convertirse un vino completo al que finalmente se le extrae el alcohol. Esta operación puede realizarse con varias técnicas, por ejemplo, la destilación al vapor a baja temperatura denominada Columna de Conos Giratorios (Spinning Cone Column), más respetuosa que otras y con la que a priori se mantienen mejor sus características sin necesidad de añadir sustancias artificiales. 

Pero tampoco vamos a engañar a nadie, con el alcohol se eliminan también cuerpo, intensidad, estructura, sabor… Volver a estabilizar todo eso no es fácil y muchas veces se hace recurriendo a demasiadas sustancias artificiales o a un exceso de azúcar. Pero también hay que aplaudir los esfuerzos que se están haciendo por conseguir resultados cada vez más satisfactorios para el paladar del wine lover exigente.

«Lo que diferencia a los vinos desalcoholizados de otras bebidas sin alcohol con base de uva es que son verdaderamente vinos»

Tener un buen producto es esencial, pero lo interesante de los vinos sin alcohol frente a otras bebidas ‘sin’ es que ellos también cuentan una historia sobre territorio, paisaje y elaboración, siguen siendo apasionantes para los amantes de la cultura del vino.

Se trata de una categoría con enormes posibilidades y lo saben muy bien en Estados Unidos, Reino Unido o los países nórdicos de Europa, pero en España aún vamos muy a la zaga en cuanto a imagen, marketing y distribución. Como excepciones tenemos a los reyes del marketing vinícola de nuestro país, Vintae, con su gama Le Naturel, o al todopoderoso grupo Torres con Natureo, pero estamos lejos de la calidad de productos como French BloomNoughty, Moderato o, mis favoritos, Oddbird, la única bebida sin alcohol que se sirvió en los pasados premios Oscar. 

Además de las propias marcas, mucho ojo también a e-commerce como Club Soda o Awesome Beverage Company, con una imagen completamente rompedora ofrecen un catálogo de bebidas divertidísimas y 100% sin alcohol. En ese sentido acaba de abrir en España, Sense (Barcelona) la única tienda física dedicada exclusivamente a este segmento.

Vamos lentos, pero esto ya no se detiene. 

En una industria a la baja, que ve como cada vez se bebe menos vino en todo el mundo, antes que hablar de destilación de crisis o de arrancar viñedos, comencemos a tomarnos en serio las posibilidades que abren los nuevos segmentos de negocio. Necesitamos mejores productos, más marketing y una mayor distribución, y no os voy a negar que después de 11 meses sin beber estoy deseando tomarme un albariño con toda su graduación, pero los vinos sin alcohol ya se han hecho un hueco en mis hábitos y han venido para quedarse. Ahora lo que quiero es poder encontrármelos en un Festival de Música, porque cuanta mayor sea la variedad vinícola disponible en nuestros momentos de ocio (vinos desalcoholizados incluidos), mejor nos irá a todo el sector.