FIRMA INVITADA: JUNGUITU

Las uvas que producen vino de calidad garantizada, se erigen como un pilar fundamental en el desarrollo rural de las zonas de producción. El vino no solo se trata de una bebida con una larga historia y tradición, es, sin duda, un motor económico y social que impulsa el crecimiento y la sostenibilidad de las comunidades rurales. En estas líneas, abordamos la importancia que tiene para el cuidado de la tierra, el desarrollo, la sostenibilidad, la mejora de los pueblos y el aumento de la renta de sus habitantes.
El respeto a la tierra, el inicio de todo.
El punto cero de todo gran vino comienza en el viñedo. La viticultura consciente y el respeto por el territorio son esenciales para obtener las uvas necesarias para estos vinos. Los viticultores que se dedican a producir uvas de alta calidad implementan prácticas agrícolas que preservan y mejoran la salud del suelo y su entorno. Se busca la personalidad de las uvas, el sabor de un territorio. El uso de técnicas como la agricultura orgánica, la biodinámica y la permacultura asegura una producción más limpia y respetuosa con el medio ambiente.
Mejores vinos, mejores pueblos.
La elaboración de vinos de calidad puede transformar radicalmente la economía y las infraestructuras de los pueblos vitivinícolas. Los productores que apuestan por la excelencia suelen invertir en su entorno, instalaciones modernas y prácticas enoturísticas que atraen a visitantes de todo el mundo. Esto no solo genera empleo directo en las bodegas, sino que también crea una demanda de servicios adicionales como alojamiento, restaurantes y comercios locales. Esta economía paralela está basada en pequeñas empresas también muy vinculadas a su entorno.
El enoturismo se ha convertido en un factor muy importante para el desarrollo rural. Los visitantes que llegan a las regiones vitivinícolas buscan una experiencia completa, que incluye la degustación de vinos, recorridos por los viñedos y participación en actividades culturales. Este flujo constante de turistas impulsa la economía local y mejora la calidad de vida de los residentes.
Además, la producción de vinos de calidad a menudo va acompañada de iniciativas culturales y educativas que enriquecen la vida comunitaria. Festivales de vino, talleres y cursos sobre viticultura y enología, festivales de música, así como otros eventos culturales, son parte del impacto positivo que este sector tiene en las zonas rurales. Estas actividades no solo fortalecen el tejido social, sino que también promueven un orgullo de pertenencia entre los lugareños.
Más personas y con más renta.
Uno de los beneficios más tangibles de la producción de vinos de calidad es el aumento de la renta de los habitantes de las zonas rurales. La elaboración de uvas de alta gama requiere de mucha mano de obra especializada en diferentes etapas del proceso. Las empresas que se dedican a estos procesos son, en muchos casos, pequeñas elaboradores generadores de una economía familiar. No están solos, estos pueblos son comunidades donde el vino es la referencia.
Las bodegas de prestigio también generan un efecto dinamizador de la economía local. Los ingresos obtenidos por la venta de vinos de calidad se reinvierten en la comunidad, ya sea a través de salarios, compra de insumos locales o financiación de proyectos de infraestructura, desarrollo de la comunidad. Una bodega es una empresa siempre en constante evolución, e inversión, claro está. Este círculo virtuoso fomenta un desarrollo sostenible y equilibrado, que beneficia a todos los sectores de estas zonas rurales.
Un modelo.
La expresión, la España vaciada, refleja la realidad de una gran parte del campo español. El difícil equilibrio entre economía, desarrollo social y sostenibilidad encuentra un cómodo encaje en la elaboración de productos con un alto valor añadido como es el caso de los vinos de calidad. No existe un buen vino si no tenemos una buena uva de calidad con todo el sabor de un territorio. La apuesta por la calidad no solo beneficia a los consumidores que disfrutan de excelentes vinos, sino que también impulsa el progreso y la resiliencia de las regiones vitivinícolas en todo el mundo.