Dice que para ella el rock es “actitud y energía”, algo que ha avalado con sus ocho discos publicados y una carrera como artista polifacética en la que siempre hizo lo que quiso, viviendo lugares de todo el mundo y descubriéndose a sí misma en muchos de ellos.
Toda artista tiene momentos trascendentales sin los que quizá nunca llegaría a ser tal artista. Para Maika Makovski (Palma de Mallorca, 1983) escuchar a Prince cuando aún era una niña fue uno de ellos: “Es uno de los artistas que me ha dado la vuelta”, cuenta. También de niña comenzó a escribir sus propias canciones, una tenacidad que la ha llevado a sumar ocho discos a su trayectoria y colaboraciones en otras disciplinas como el teatro.
En todo este tiempo su sonido ha cambiado, igual que ella, aunque su alma de rock permanece como hilo conductor. “El rock siempre ha sido una cuestión de actitud y energía, con muchos sonidos que entran en esta etiqueta. Para mi lo que los une es esta energía, un poco masculina, porque los hombres han sido quienes la han reclamado durante mucho tiempo, pero también nos pertenece a nosotras”.
Con su último trabajo, MKMK, publicado en 2021, la artista pisó en noviembre el escenario de Canari, de Festivales Territorio. Ella y su banda se presentaron en el escenario de Lanzarote “como un pelotón de fusilamiento”, situados en línea frente al público, una escena que ya había pensado en el proceso de creación del álbum: “Cuando estaba grabando el disco ya pensaba en cómo quería a la banda en el escenario, fue un disco muy directo y la banda no para de intercambiarse instrumentos”, explica. De esta forma consiguió “reflejar cómo era el disco y crear una experiencia comunitaria” que el público disfrutó de cerca. “Tocamos en un sitio precioso, el tamaño del festival fue perfecto, porque la gente seguía estando cerca del escenario”, recuerda sobre Canari.
Durante toda su trayectoria Maika Makovski ha pisado innumerables escenarios, pero también ha vivido en muchos lugares. Desde Barcelona, una ciudad que recuerda con especial cariño por conocer allí a su banda y donde ha sido “muy feliz creativamente”, hasta Nueva York, donde “todo iba tan rápido y tan intenso que no tenía tiempo para expresar todas esas experiencias”. Reconoce que el despegue de su carrera no habría sido lo mismo sin la decisión de dejar Palma de Mallorca, lugar al que luego ha vuelto. Aunque hoy en día, explica, el contexto es diferente y no todos los artistas tienen que pasar por grandes ciudades para hacerse un hueco.
Para Makovski el lugar de residencia y la creación artística son dos conceptos conectados, aunque “no por el lugar en sí, sino por el tipo de vida que te permite llevar ese lugar.»
«Normalmente he sido más creativa en sitios donde estaban pasando cosas a mi alrededor”. Macedonia fue uno de esos lugares en los que pasó una temporada y quizás uno de los más especiales. Allí viajó durante un verano para conocer sus raíces, ya que su padre, también artista, es de este país. La idea era conocer a parte de su familia y “desconectar” y ocurrió lo contrario: “Lo último que esperaba era conectar tanto, me sentí parte de algo que siempre había estado muteado en mi vida”, recuerda. En esa experiencia también conoció los sonidos del folklore macedonio, que se fueron incorporando como matices a sus canciones. “El folklore requiere una inmersión, mi familia me llevó a muchos conciertos para escuchar su música y comprenderla”, explica.
“Me da la sensación de que la creación artística sufre si vives hacia fuera”
Cuando Makovski comenzó a componer la industria musical era muy diferente a la escena actual, algo que para ella se refleja muy bien en el auge de las redes sociales como uno de los pilares de promoción de los artistas. “En la industria ahora todo es de consumo rápido. Antes para una promo necesitabas dos fotos, ahora estamos constantemente haciéndolas para mostrarlas en redes sociales. Me molesta lo narcisista que es ese mundo”, reclama la artista. “Para mí la creación artística es lo contrario, es hacia adentro y también requiere muchísimo tiempo. Me da la sensación de que la creación artística sufre si vives tan hacia afuera”, explica. La mejor música, recuerda, es la que se vive en el mundo real. Y qué mejor forma de hacerlo que con ella y su pelotón tocando en directo. Que no pare el rock.